El miedo sirve para generar control. Una persona asustada puede ser controlada si le ofreces protección.
El miedo es una de esas sensaciones que nos acompañan en la vida desde que nacemos hasta que morimos. Es esa angustia que sentimos cuando nos pasa (o creemos que nos pasará) algo malo y nuestro cuerpo y nuestra mente intentan avisarnos de la tragedia que se cierne sobre nosotros. “Sal de ahí”, parecen decir nuestro corazón acelerado, o “no bajes la guardia”, grita nuestra adrenalina en sangre.
Pocas cosas pueden ser tan irracionales y al mismo tiempo tan lógicas como el miedo. No hay que irse a fobias profundas que afectan a tantos millones de personas en todo el mundo o al mito de que el miedo es lo contrario a la valentía.
Todas las personas sentimos miedo antes o después y lo que suele marcar la diferencia es la forma en que se afronta. Desde esas criaturas y peligros, que muchas veces solo habitan nuestra mente pero nos harían correr como demonios con tal de sentirnos a salvo, hasta las inseguridades que la vida nos va colocando a la espalda y derivan en miedos reales a cosas inevitables como el fracaso, la muerte o la soledad; ese sentimiento es algo tan humano como la alegría, la tristeza o la ira.
Especialmente curioso es el caso de las películas de terror. Un género del cine que se ha construido en torno a la idea de que a la gente le gusta que la asusten, que engarroten su cuerpo con una tensión insoportable y luego la rompan bruscamente, liberándola en gritos y nerviosismo.
¿Por qué nos pasamos la vida huyendo de nuestros miedos pero disfrutamos tanto de una película como ‘El resplandor’? Las películas de terror son una especie de simulación controlada, nos permiten sentir miedo al tiempo que estamos a salvo de cualquier mal o peligro.
Esa pequeña dosis nos concede el subidón de un buen susto momentáneo que tan bien sienta para despertar la mente y el cuerpo.
El miedo nos activa y hace pensar en todas las cosas que merecen la pena en nuestra vida. El miedo nos hace sentir vivos.